Daniel Jiménez : "Poesía para transformar el mundo",
semanario Tiempo, nº 1525; Madrid, 22 de marzo de 2013
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Daniel Jiménez (Tiempo): ¿Se puede hacer ficción poética de una realidad tan difícil como
la actual?
Enrique Falcón: Es
la inquietante cuestión acerca de cómo escribir poesía en tiempos
desolados. Pero no debemos olvidar que en la poesía española de
estos últimos 20 años existe una larga, y creo que muy rica,
tradición de poesía insurgente que ha querido situarse precisamente
ahí. Ya en 1993 Jorge Riechmann escribía: “Cuando
los especialistas en marketing
aprenden poética / los poetas se ponen a aprender economía
política”. Para
pensar en nuestra más reciente poesía del compromiso, baste pensar
en todos aquellos poetas compañeros agrupados en torno a las Voces
del Extremo desde el año 1999. El que desde 2008 se haya agudizado
esta crisis (que es, siempre, esa crisis continua que llamamos
capitalismo) no debería ocultarnos la fructífera presencia que ya
tenía en España la llamada poesía política o (como algunos
críticos la han preferido denominar) “poesía de la conciencia
crítica”, de pulso resistente y socialmente comprometida con su
tiempo. Lo demás es o constatación de lo obvio, u oportunismo
literario.
[D.J.]: ¿Un poeta puede hacer política con su poesía?
[E.F.]: No
solo le es por supuesto posible; es que creo también que ello
resulta inevitable, en la medida en que la literatura tiene que ver
con la vida de la gente, y en la medida también en que cada poema
comparte determinadas visiones de mundo en el seno de una comunidad
humana. En su voluntad de desordenar el lenguaje de muerte que viene
del poder, también con un poema puede esa comunidad de hombres y
mujeres levantarse y rebelarse con plena dignidad.
[D.J.]: ¿Debe un poeta participar en la vida pública? ¿De qué manera?
[E.F.]: Como
cualquier otro ciudadano, compartiendo la casa del hombre; es decir:
organizándose con otros, interviniendo críticamente en la plaza
pública, y resistiéndose como pueda a las claudicaciones que sobre
él ejercen el miedo y el poder. Y además, ahora sí, en calidad de
“ciudadano que también escribe poesía”, puede hacerlo
escribiendo poemas que hagan compañía a la desobediencia de los
otros, que se puedan compartir en la comunidad de los hombres y
mujeres de su época, y que logren resistir a las claudicaciones que
sobre cada escritor también quieren ejercer el miedo y el poder.
Manifestar, por otro lado, que el verdadero compromiso de cualquier
poeta lo es para con la literatura, a mí siempre me ha parecido una
obviedad vacía e inútil que a menudo excusa el silenciamiento o la
rendición.
[D.J.]: ¿Qué debe predominar en un poema con contenido social? ¿Es posible
combinar ética y estética?
[E.F.]: Fundamentalmente,
la verdad. Recuerdo que, tras haber ofrecido un recital en plena
calle, una lectora me comentaba (pienso que no sin razón) que, en
poesía, no siempre lo bello coincide con lo más humano o lo más
justo. Dicho esto, creo también que la sed de belleza, que convoca
todo poema, es también convocada sobre todo en un buen poema
político.
[D.J.]: Gamoneda habló hace poco de la insurgencia poética. ¿Cómo
entiende usted esta llamada a la rebelión?
[E.F.]: Bueno,
de mucho antes fue la llamada a la rebelión que nos hicieran (allá
por 1992) los poetas españoles vinculados a la UEPV y al colectivo
“Alicia bajo cero” a través de sus Textos
por la insumisión y
aquel libro polémico titulado Poesía
y poder. Y también
de mucho antes que Gamoneda es la llamada que, para una literatura de
corte insurgente, el poeta Antonio Orihuela viene haciendo, libro
tras libro, de 20 años a esta parte. Particularmente, desde mis
primeros poemarios yo entiendo que, si la poesía nace en un contexto
de indignante injusticia social, el llamado “estilo” es también
una elección profundamente moral, y que en este sentido lo más
coherente resulta ser la insubordinación.
[D.J.]: Baudelaire escribió en un famoso verso que la única actividad
política que él entendía era la rebelión. ¿Está de acuerdo?
¿Qué otros grandes poetas que intercalaron política en sus versos
admira?
[E.F.]: No,
no es del todo cierto lo que Baudelaire decía: si uno mira bien en
la reciente poesía española, se dará pronto cuenta que, en ella,
la actividad política más frecuente es (por desgracia) la
claudicación. ¿Poetas políticos que realmente admiro?: en este
lado del charco están Orihuela y Riechmann, Laura Giordani y Miguel
Ángel García Argüez, Eladio Orta e Isabel Pérez Montalbán; y en
la orilla latinoamericana, Roque Dalton y Vallejo, Rocío Silva
Santisteban y Leonel Rugama, Cardenal y Neruda, Otto René Castillo y
Nicanor Parra, por dar solamente algunos grandes nombres.
[D.J.]: ¿Cómo reacciona un poeta frente a escándalos como el caso Bárcenas
o el caso Urdangarín?
[E.F.]: Como
otros ciudadanos, no con demasiado estupor. Pero en tanto poetas,
algunos tendríamos aún en nuestros libros la posibilidad de darle a
la injusticia “nombre y dirección”, tal como nos lo pidiera
Bertolt Brecht. Para el primer caso que nombras, por ejemplo, uno
podría hacer lo que ya han venido haciendo algunos excelentes poetas
durante estos últimos veinte años: poner nombre al enemigo y, en
concreto, poner nombre a todas esas familias que acumularon capital
con los beneficios de la represión franquista, las que con insignias
de modernización “despegaron” en los años sesenta, las que se
reconvirtieron “en demócratas de toda la vida” hace ya unos
cuarenta años.
Y
para el segundo de estos dos casos, bien pueden ir los poetas
actuales componiendo ya la letra del himno de la inminente III
república española.
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